Ante la crisis nacional, unidad
Por un lado, más que nunca sobran los egoísmos territoriales que representan los nacionalismos, enemigos declarados no sólo de la unidad de España, sino de la solidaridad nacional y por tanto de todos los españoles sin excepción sea cual sea su lugar de residencia.
Ese localismo decimonónico y neocaciquismo que representan los nacionalismos, incentivado por una casta que representa a un sistema fudal, anacrónico, corrumpido y clientelista, además de estar basado en la ceguera de mirar sólo para sí mismos, no propone otra medida contra la crisis que exigir al gobierno más inyecciones de dinero público para sus regiones.
Es el caso del señor Griñan en Andalucía y de otros presidentes autonómicos. Estos políticos, y si son de signo contrario con más vehemencia, se echan en cara una y otra vez que necesitan más fondos, con la excusa de que aportan más al estado (caso de Cataluña), o por que gastan más y recaudan menos, casos de otras comunidades. Lo del deficit público, no les importa mucho.
Aunque podían de eliminar cientos de miles de puestos de trabajo donde estan “colocados” sus amiguitos y enchufados en las cientos de empresas públicas que tienen las distintas administraciones por lo largo y ancho del solar patrio.
Frente a su concepción feudal del estado, la idea de nación. Una nación donde el coste de la crisis se reparta equitativamente entre todos sus ciudadanos con independencia de regiones, territorios o autonomías. Una nación en la que los esfuerzos de capital humano y financiero no se encuentran con las barreras absurdas de 17 taifas empeñadas en fragmentar el mercado, frenar la libre circulación y competitividad de las empresas y los profesionales o la capacidad de movilidad laboral de los trabajadores con políticas lingüísticas disparatadas, obstaculizar con burocracias y regulaciones sin fin la iniciativa empresarial, gravar con diferentes impuestos los mismos hechos impositivos o conceder diferentes prestaciones a idénticas situaciones de necesidad. No es lícito permitir a los nacionalismos sabotear la cohesión nacional, porque en ella encuentra su fundamento nuestra común capacidad de generar riqueza y prosperidad.
Por otro lado, también más que nunca la idea de nación debe sobreponerse a las concepciones socialdemócratas y ultraliberales que defienden intereses particulares o de clase en lugar del interés común. Los primeros incapaces de más idea que aumentar el gasto público endeudando a las generaciones futuras e hipotecando nuestra prosperidad, en vez de generar riqueza. Los segundos empeñados en que tenemos que trabajar más horas y cobrar lo mismo, además de retrasar la edad de jubilación. Es decir, los trabajadores son los que han de sacrificarse por la mala gestión y administración de los recursos pasados que hemos cosechado a lo largo de lustros. Se cargan el “estado social y de bienestar”, y aquí solo se echan la culpa unos a otros.
En tiempo de crisis el sacrificio deberá de ser común, y las cargas habrán de ser repartidas equitativamente, de manera que tanto trabajadores como empresarios renuncien a mirar sólo para sí mismos en beneficio de todo; y por supusto que las todas las administraciones tengan un concepto de estado y hagan las reformas estructurales necesarias para sacarnos de ésta crísis galopante. Eso es lo que representa la idea de nación y lo que exige el autentico patriotismo, no agitar una banderita, sino colaborar en el esfuerzo común, de manera que socialmente, igual que territorialmente, los costes de la crisis se repartan equitativamente entre todos. Un esfuerzo común para no terminar como griegos o portugueses, por poner algunos ejemplos.