España es diferente
Esta semana han coincidido dos hechos que han provocado reacciones incomprensibles para mí. No es la primera vez que ocurre, por lo que todo me resulta ya tristemente previsible. En ambos casos la falta de sentimiento patrio, los complejos que tanto daño ocasionan y la ausencia de orgullo por nuestra identidad, han sido el factor común.
Me refiero a los abusos de Gibraltar y a las pitadas adivinadas y acontecidas en la final de la Copa del Rey. Con el primer caso, tenemos sobrada experiencia. No es nuevo para nadie que Gibraltar es una colonia británica dentro del territorio español desde la firma del Tratado de Utrecht en 1713. No obstante, varios de los puntos acordados por las partes en estos documentos vienen incumpliéndose sistemáticamente por el peñón. A partir de ahí podemos considerar, y con razón, que ese tratado ya no está vigente.
La reivindicación española de Gibraltar es razonable y tiene una base absolutamente consistente. Por ello no comprendo el empecinamiento en igualar la aspiración de Gibraltar español con la ilógica reclamación marroquí de Ceuta y Melilla. Es una postura enarbolada por un sector de la población coincidente con la izquierda ideológica. Con esta equiparación se demuestra ignorancia de la historia y se hace flaco favor a la causa nacional. Es posicionarse al lado de los intereses británicos y alauitas sin razón objetiva alguna. Tal vez sea únicamente por la relación que erróneamente se establece entre sentimiento patrio y derecha política.
Ceuta es española desde el año 1.580. Antes perteneció a Portugal. Melilla, lo es desde 1.497. Su antigüedad y españolidad es similar a la de Granada por poner un claro ejemplo. Las pretensiones de Marruecos sobre estas ciudades son absurdas, infundadas y carecen de cualquier base histórica. El reino de Marruecos no existía cuando Ceuta y Melilla se integraron en la corona española.
Si nunca fueron ciudades marroquíes, resulta inexplicable la polémica sostenida por el vecino país del norte de África, atribuyéndose la propiedad de un territorio que jamás le perteneció. Bastante más inexplicable me parece la defensa y apoyo que muestran gratuitamente muchos españoles a la mencionada postura reivindicativa de Marruecos. La comparación entre Gibraltar y Ceuta y Melilla efectuada por los propios españoles debe ser muy triste para los compatriotas que residen en las ciudades africanas. Es además injusta y traicionera.
En cuanto a las pitadas al himno español o a los miembros de la familia real antes de comenzar el partido de futbol entre dos equipos con seguidores separatistas, es simplemente inaceptable. En ningún país del mundo se consentiría una ofensa de ese calibre a los símbolos nacionales. En España no sólo se acepta, sino que se entiende, se justifica y se llama radicales a los que creemos que estas cosas no deben suceder.
Las palabras de Esperanza Aguirre planteando un partido a puerta cerrada, podrán gustar más o menos a la afición, pero no pueden bajo ningún concepto despertar más hostilidad en la opinión pública que la conducta insultante de los separatistas vascos y catalanes. No obstante, así ha sido. Tanto en las redes sociales como en programas de radio y televisión, la presidenta de la Comunidad de Madrid, se ha convertido en la diana de todos los ataques.
He comprobado que esa rabia no disimulada contra la señora Aguirre, se ha adormecido ante las ofensas de una afición irracional. He comprobado que no se toma la decisión de multar duramente a los clubes, si su afición se comporta de forma tan irrespetuosa. He comprobado la escasez de apoyos al himno de España. He comprobado que el público no separatista presente en el estadio, se acobarda en el plante a nuestro país.
No quiero ni pensar cómo se desarrollarían los acontecimientos si mientras suena el himno catalán un grupo de personas se atreviera a abuchear o a pitar. Serían silenciados por todos los presentes, para empezar. Serían duramente tratados por los opinantes de redes sociales y tertulias, para continuar. Serían vilipendiados por los mismos que sancionan a los que rotulan sus negocios en español y por los que aplauden esas medidas. Siempre la doble vara de medir.
Todos los países del mundo son implacables en la defensa de los símbolos nacionales. Nosotros, no. En todos ellos se aplica la legislación para castigar comportamientos anti patrióticos. En España, no. El “buenismo” mal entendido nos va conduciendo por caminos tortuosos y poco edificantes. Mostramos debilidad para ejercer autoridad. Mostramos vergüenza por la españolidad.
Cambiemos entre todos esta apática tendencia. Nos sentiremos mucho mejor. Con la conciencia del deber cumplido.
*Alcaldesa de Fuengirola.
A QUIEN NO LE GUSTE ESPAÑA QUE SE VAYA NADIE LO ECHARA DE MENOS Y MEJOR ENTRE MENOS BURROS Y MARRANOS MAS FORRAJE
TONTOS ODIANDO A SU PROPIO PAIS CUANDO VAN A LOS OTROS Y SABEN LA REALIDAD DE LA VIDA Y EL MUNDO LLORAN POR VOLVER AQUI
UDS LA GRAN MAYORIA SON UNA MANGA DE MAL EDUCADOS, SILVANDO O PITANDO EL HIMNO NACIONAL SI NO LES GUSTAN FUERA DEL PAIS POR ESO SON UNOS IGNORANTES.